martes, 14 de abril de 2009
Derechos humanos de la familia
Artículo de Esther Prieto, escrito en septiembre de 2008.
Tratando de conocer un poco más sobre el Centro San Miguel de Areguá me pude percatar que sus pretensiones se inscriben en el contexto de los derechos humanos de la familia, o podemos decir también, el derecho de cada niño y niña a tener un hogar digno. El Proyecto de DIBEN “ Fortaleciendo Hogares” abrió el camino para la atención del Centro a los niños y las niñas con el propósito de dar integralidad a la realización de dicho proyecto. Marchando hacia esa meta para fortalecer las familias, el Centro es un espacio donde acuden niños y niñas que tienen sus o a uno de sus progenitores residiendo en las cercanías de Villa 1, San Miguel, Areguá.
Areguá es una sitio emblemático, que despierta simpatía, ya que conocemos a esta hermosa ciudad, por su artesanía y sus frutillas, sus galerías de arte, su iglesia, su lago, sus casas solariegas y su estación de ferrocarril. Esa es la imagen que se nos presenta cuando escuchamos mencionar a Areguá. Cuando entramos en ella y sus calles no nos imaginamos que allí, en el barrio San Miguel en Valle Pucú, se halla funcionando en pleno desarrollo y casi escondida, una obra social, una pequeña obra silenciosa que tutelada por la Dirección de Beneficiencia y Ayuda Social, DIBEN, cobija a cien niños y niñas, que antes de llegar allí eran algunos de esos pequeños y pequeñas que “nos molestan” en la calle con sus baldecitos para limpiar el parabrisas del auto, o para vendernos un caramelo, o simplemente señalando con sus deditos un círculo muy elocuente; el ruego por una moneda.
El Centro San Miguel es un espacio comunitario enfocado a la atención de la niñez y la familia. El fundamento de su línea de acción marca el sentido de integralidad del trabajo del Centro, que no pretende solamente cobijar niños, sino que al mismo tiempo, capacita a la familia para poder acceder a un trabajo y ofrecer a sus hijos una vida digna. El subsidio para gastos , la capacitación y el insumo que se da a las familias constituye un respiro hasta tanto ella encuentre una actividad que pueda sostener el hogar.
Mientras tanto, los niños y las niñas acuden normalmente a sus respectivas escuelas, y terminada su tarea escolar acuden al Centro a hacer sus deberes con el acompañamiento de las maestras de apoyo. El Centro está abierto desde las primeras horas para aquellos niños y niñas que van a saborear un buen desayuno. Más tarde disfrutaran, del almuerzo, una merienda, y la compañía de sus pares especialmente en las horas de recreo.
Leyendo la Constitución Nacional del Paraguay, surgen muchas preguntas: En el Capítulo de los Derechos de la Familia, nuestra Carta Fundamental, establece que los padres tienen el derecho y la obligación de asistir, alimentar, de educar y de amparar a sus hijos menores de edad. Más aún, “serán penados por la ley en caso de incumplimiento de sus deberes de asistencia alimentaria”.
Qué dilema tan complicado nos plantea la Constitución vigente!!. Claro que traer hijos es una responsabilidad que debemos aceptar como tal. Y también es verdad que nos duele ver los niños trabajando en la calle muchas veces para llevar ese dinero a sus padres, como se diría “el mundo al revés”.
Cómo hacer para que todos los progenitores y progenitoras del país sean concientes de esta responsabilidad y cómo hacer que cada niño/ a que nace sea sobre todo, deseado, y tenga un hogar seguro? Mas aún, cómo cumplir con el principio constitucional si los progenitores no han podido acceder a un trabajo sostenible para la familia, o que no puedan acceder porque no están capacitados, o no están educados para trabajar o para competir por un empleo, que son fundamentalmente responsabilidades del Estado Paraguayo..
El Centro San Miguel nos muestra un modelo, como algunos otros que los hay. Estas alternativas son dignas de ser consideradas seriamente, y que de esta valoración se sigan reproduciendo tantos centros, siempre que sean con el desafío de fortalecer hogares.
La experiencia de este Centro y las de otros que cumplen con tareas similares nos muestra claramente que los derechos del niño y la niña reconocidos en la legislación nacional y los instrumentos internacionales de derechos humanos, no pueden ser tratados en forma fragmentada, sino que deben ser aplicados en conocordancia con los derechos económicos, sociales y culturales.
La deuda del Estado Paraguayo no es respecto a los niños trabajadores de la calle, es una deuda con toda la sociedad paraguaya, sobre el derecho a la educación, el derecho al empleo, el derecho a la vivienda, el derecho a la salud, el derecho a la manifestación cultural. Parece un discurso repetido, pero lo debemos recordar todos los días.
(Esther Prieto es Jurista especializada en Derechos Humanos, esther@par.net.py)
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